Una vez me eramoré
de una cabaretera...
no era una mujer cualquiera,
pero tanto amé a la mina
que un
día al doblar la esquina
se me fue con un linyera...
Calentito le grité:
¡Andate, zorra, al infierno!
y ella, de un modo tierno
y ensoñadora voz
dijo;
Aguanta, viejo, esa coz
y cuida bien de ese cuerno!
O’Xan
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