lunes, 3 de enero de 2011

¡Gilipollas...!



¡Gilipollas.!

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La otra noche... me llamaron: ¡gilipollas!

La cosa no tendría la menor importancia si el autor de tal imprecación, hubiera sido Nandofeles Traviz, que ya nos tiene habituados a sus rebuznos permanentes y abortos a todas horas...

El insultador... catalán no era. Los catalanes no usarían jamás una expresión tan española, para insultarme. Tal vez dirían: “¡Vesten a coure pebrots... musol...!” o algo parecido. Australiano, rumano o macedonio... tampoco era... por la simple razón de que no saben pronunciar la palabra “gilipollas” y cuando te insultan, no se conforman con un solo vocablo... te largan la perorata de los siglos... con enigmáticos palabrejos y gestos postrerocoitales...

Gitano , desde luego, tampoco. No le vi las castañuelas... ni estaba tiznado con el hollín de las ollas de cobre...

Hay que reconocer, que de todas las naciones, la que mejor sabe insultar, es la mejicana.. ¡Esos si que tienen, sin duda, el más extenso repertorio de insultos indescifrables. Enoja a un cuate... y te largará tal retahíla de mezcalinidades tenotitlanescas con sabor a bosta, que quedarás hecho un espantajo... como uno de sus cactus en el desierto.

Pero volvamos a lo que íbamos. Que un bichicome, me llamo gilipollas.

Lo hizo con tal convicción, con tan exaltado énfasis... que me impresionó. Me arrebujé en mi poncho, rumiando... que por algo sería que me llamó gilipollas. No ví que se lo llamara a nadie más. ¡A mi sólo, me lo llamo...! aún habiendo en nuestro entorno, más de ochenta mil personas, en un espacio cuadrangular de poco más de una hectárea, donde unos hombres vestidos de niños, jugaban con una pelota.

¿Por qué a mí, precisamente a mí, me dijo gilipollas? Seguramente,

en aquel lugar debía haber, por lo menos setenta y nueve mil gilipollas... Sin embargo, el bichicome, me lo dijo a mí... en mi misma jeta...! No pudo ser una casualidad... Llegó a rozarme la lanilla del poncho, el muy mugriento dedo índice de su mugrienta mano diestra.

...Y me entraron mis dudas... naturalmente...

¿Tendré yo cara de gilipollas?
Por la cara no debe ser... Traviz me llama gilipollas y nunca me ha vistoel careto... Por la ropa que uso, tampoco... estoy mimetizado perfectamente, con toda esa montonera de gandules y gilipollas que acuden a ese lugar los sábados... a gritar, ulular como los soiux y a guturalizar invectivas escandinavas...

¿No será que el bichicome me vió más gilipollas que a los demás...?

¡No sé! Nunca en mi casa mis hijos me dijeron: ¡Papá, vos sos un gilipollas. A mi mujer tampoco se lo oí nunca. Ni siquiera... mi suegra...¡No señor...! Fue un bichicome con una visión muy particular de las lacras ajenas, quien me lo dijo... un tipo “capaz que capaz” de leer las aureolas de las personas.. No se explica que entre ochenta mil personas.. me haya dicho esa palabrota... justamente a mí y no a ninguna otra... Cómo decía Pollatus: ¡Por algo será...!

O sea... que debo ser realmente, mucho más gilipollas que los demás... Nadie llama, caprichosamente a nadie gilipollas, sin cobrar un duro, si excluímos a Traviz. Si no asumo esto... no podré entender jamás... nada de nada...

No puedo, por lo tanto, hasta que no encuentre una explicación, dejarme de considerar un gilipollas de tomo y lomo, más que cualquier otro de los multitudinarios gilipollas que van al Camp Nou, todos los samedís.

¡Qué le voy a hacer!

Las cosas, son como son, no como a nosotros nos gustaría que fuesen.

Y todas las cosas... deben ser racionalizadas..

O'Celedonio

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