miércoles, 25 de abril de 2012

URUGUAY - DEMOGRAFÍA

Estela Mary Pita, nacida en Uruguay, pone su mano en el corazón durante una ceremonia de naturalización en Estados Unidos. Ella es una de las 600.000 personas que han salido del país, desde 1963.

Estela Mary Pita, naci

                                         


¿Se exEtinguirán los 

uruguayos?

Jorge Barreiro
Montevideo (Uruguay)
Dos recientes investigaciones realizadas en Uruguay llaman la atención sobre los problemas demográficos que enfrentará el país en las próximas décadas, si el gobierno no emprende políticas activas para modificar las actuales tendencias en materia de población. Una es la investigación colectiva "Demografía de una sociedad en transición", de la Facultad de Ciencias Sociales, y la otra es "La población del Uruguay en las próximas décadas", de Juan José Calvo y encargada por la oficina de Naciones Unidas en Montevideo.
A la pregunta qué tanto preocupa a los uruguayos y que titula estas líneas, los autores responden con un rotundo 'No'. Sin embargo, ambas investigaciones concluyen en que la sociedad uruguaya se verá enfrentada en las próximas décadas a serios problemas sociales y económicos si las actuales tendencias demográficas se mantienen inalteradas.
Para llegar a semejante conclusión es necesario hacer referencia a las particulares tendencias demográficas de este país en la segunda mitad del siglo XX, al menos en el contexto latinoamericano y de los llamados países "en desarrollo".
Uruguay experimentó tempranamente en el siglo XX lo que los expertos llaman la primera "transición demográfica", es decir el descenso de las tasas de fecundidad y mortalidad (uno de cuyos resultados es el envejecimiento de la población). La primera por razones educativas y culturales y la segunda como consecuencia de las mejoras sanitarias, que aumentaron la expectativa de vida. Sólo Cuba siguió una evolución similar en el contexto latinoamericano. Entre los años 90 del pasado siglo y la primera década del siglo XXI se estaría operando en Uruguay lo que se denomina la "segunda transición" demográfica, que vino a sumar a la primera la inclinación a una mayor autonomía y realización individual propia de las sociedades posmodernas, y que entre otras cosas supuso la postergación de la edad de matrimonio y del primer hijo, el celibato permanente, el incremento de los divorcios.
Las últimas estadísticas disponibles antes de la realización de ambas investigaciones indican que el número de nacimientos se redujo 19% en la década 1996-2006 y que la tasa de fecundidad se ubica en 2,08 hijos por mujer, es decir equivalente a la tasa mínima de reemplazo. La demógrafa Adela Pellegrino asegura que esa tasa de fecundidad ya es inferior a la de reemplazo, es decir que la población no tiene la capacidad de sustituirse a sí misma.
Uruguay ya es el país más envejecido de América Latina y el de más bajo crecimiento demográfico después de Cuba. Crece a una tasa de cinco por mil, es decir que la población se incrementa en 16.000 a 18.000 personas cada año... menos que el número de uruguayos que emigran cada año, según las 'no del todo rigurosas' estadísticas oficiales.
La estructura de edades y la tasa de fecundidad del Uruguay es una auténtica excepción en América Latina y se asemeja más bien a la de los países más desarrollados como muestra los cuadros adjuntos, que además dan cuenta de las proyecciones futuras, que sugieren una intensificación de la caída de la natalidad y del envejecimiento de la población, con los consiguientes problemas sociales y económicos.
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Uruguay ha seguido, como puede apreciarse, una evolución demográfica más parecida a la de los países más desarrollados del planeta. Pero a pesar de que las proyecciones señalan que en ellos la estructura de edades será en el futuro próximo una cuestión más problemática que en este país, no se han disparado allí las alarmas que parecen estar aquí a la orden del día. Es que en Uruguay hay que agregar a los fenómenos descritos, una emigración sin parangón en términos relativos. En Europa, por el contrario, el envejecimiento de la población ha sido en parte amortiguado por una tendencia opuesta: la recepción de inmigrantes jóvenes.
Al menos desde la década de los 60 del pasado siglo, Uruguay se ha convertido en un país de emigración. La partida al extranjero es una característica estructural del país que ya no depende de los ciclos económicos. Incluso en períodos de bonanza económica y caída del desempleo, los uruguayos se han seguido yendo del país.
Se calcula que entre 1963 y 2006 se fueron del Uruguay unas 600.000 personas, de las cuales retornaron algo más de 120.000. Estas cifras pueden resultar más significativas si se tiene en cuenta que Uruguay tiene 3,3 millones de habitantes. Es decir que algo más del 15% del total de uruguayos vive fuera del país. Si se contaran sus hijos nacidos en el exterior, la cifra es espeluznante. Es como si siete millones de colombianos o cinco millones de argentinos vivieran fuera de sus países. En el contexto latinoamericano Uruguay es uno de los países con mayor porcentaje de emigrantes. En la última década dejaron el país unas 15.000 personas por año, según datos no muy rigurosos, lo que supone prácticamente la misma cantidad que el crecimiento anual de la población.
Pero el tema de la emigración adquiere aún más relevancia si se tiene en cuenta que los emigrantes son más jóvenes que el promedio de la población. Según el análisis de los datos sobre la emigración del período más reciente (2000-2006), más de la mitad de los uruguayos que partieron al extranjero tenían entre 20 y 30 años al momento de irse. Parece innecesario señalar que este rasgo de los emigrantes acentúa a su vez los problemas demográficos del país, porque en esa franja se encuentran quienes están en edad reproductiva.
Las investigaciones no confirman, sin embargo, la extendida presunción de que esos emigrantes tienen un nivel educativo superior al promedio de la población uruguaya: las categorías profesionales universitarios y personal directivo representan el 9,8% de todos los emigrantes, contra 14,7% en la población uruguaya en general. No obstante, la gran mayoría de los que partieron no pertenecen a los estratos más pobres de la sociedad ni a la población estructuralmente pobre, sino que se trata de personas a las que la crisis de principios del milenio redujo sus ingresos o empujó por primera vez a la pobreza. Un dato significativo es que si bien el 40% de los emigrantes alega haber tomado ese camino por "falta de trabajo", otro 25% alega que se fue por tener "bajos ingresos".
Dado que la emigración en Uruguay abarca en mayor medida que en otros países latinoamericanos al núcleo familiar, los envíos de remesas no son de la magnitud ni la importancia que tienen en otros países (incluso en términos relativos). De modo que hay que señalar que para la sociedad uruguaya, los inconvenientes de la emigración superan con creces los beneficios.
Calvo insiste en que no se trata, como pretende una visión acomplejada que suele acompañar a las sociedades pequeñas, de alcanzar un número determinado de habitantes (¡un Uruguay de seis millones de habitantes!, por ejemplo), sino de "alcanzar metas cualitativas: la equidad, la creatividad, la capacidad de incorporar innovaciones, la calidad, la diversidad, el cosmopolitismo". Las personas no deberían estar sometidas a planes estatales de crecimiento o recibir estímulos económicos para tener más hijos, sino que "deberían poder elegir el tipo y tamaño de familia deseado, en decisiones libres e informadas".
"Las personas deberían poder ejercer el derecho a vivir en las localidades de su preferencia y las migraciones, dentro y fuera de las fronteras nacionales, no deberían estar motivadas por la limitación a los horizontes de oportunidades". Sin ir más lejos, la tasa de fecundidad de las uruguayas no es uniforme: hay parejas pobres que tienen más hijos de los que desean y otras de estratos medios que tienen menos de los que quisieran.
Lejos del catastrofismo, las investigaciones llevan tranquilidad a los espíritus patrióticos: los uruguayos no vamos a desaparecer (hoy uno de cada 2.000 habitantes del planeta es uruguayo y en 2050 será apenas uno de cada 2.500, pero no nos extinguiremos). No obstante, advierten que de seguirse el rumbo actual, llegaremos a un crecimiento nulo o incluso negativo, con todas las consecuencias que ello acarreará.

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