viernes, 3 de julio de 2009

Historias...





Era la hija de una corista española del Follies Bergere. El padre era un mujick ruso que tenía su isba, con samovar y todo, en un recodo del Volga, donde el mujick pescaba siluros para alimento de sus perros. Él se alimentaba de mojarritas y de carne de tigre siberiano que compraba en la Cooperativa del Komsomol.
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Antes de que el Iósif Stalin, georgiano de malas pulgas, le cortara la cabeza en rebanadas, por no haber ido un domingo a Misa de doce, se tomó el Transsiberiano y se fue pa Vladivostok y de allí, en cayuco, hasta París, donde desenbarcó en el Muelle de los Baton Mouche.
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Eran tiempos de partijas y repartijas, donde los grandes predadores trataban de comerse los mejores bocados de la Vieja Europa, comportándose como verdaderos mastines pirenaicos.
A Roosevelt, Stalin lo llamaba el “lisiado del Potomac” y a Churchill el botafumeiro de Canterbury. Y ambos se referíana Stalin como “ese Rasputón moscovita”.
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Volvamos con Iván Ivanovich, al que dejamos a las orillas del Sena, sin saber que rumbo tomar. Para él, París era un sinónimo de Follies Bergere... y para allá enfiló su proa, bien ajeno al destino que le iba a deparar su aventura.
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Gastó los últmos rublos que traía, en una entrada y no más comenzar la función, quedó asombrado ante las largas “jambas” de la Ninette, la corista española, que lo encandiló, dejándolo como foca enamorada, cuando ella, desde el escenario y terminado el gran CanCan final, le guiñó el ojo celeste. El otro era verde...
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Vamos a omitir la historia de su romántico noviazgo, porque como dice el Jefe... si en la Televisión falta tiempo... acá en este pretigioso y para algunos asqueroso blog, falta espacio.
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Que se casaron por lo civil.
El padrino de la boda fue Alan Delon, el gran amigo de todas las mujeres - sin distingos de origen, raza, religión o ideas políticas - y la madrina la Brigitte Bardot – la amiga de todos los animales, sin distinción de raza, especie o pelaje, incluídos los hombres. Con eso queda de manifiesto el éxito que la Ninette había alcanzado en las Tablas de París... éxito que jamás podría haber soñado, de haberse quedado en las Tablas de Daimiiel, lugar de su nacimiento.
El día que nació Ninette, su propia madre al ver sus sus larguiruchas piernas, comentó:
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¡Esta hija mía... o gacela o pimpinela!
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Nadie entendió esas palabras, aunque todos intuyeron que el Tajo, pasa por Toledo...
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A los nueve meses de los fastos nupciales, nació con el amanecer, Anastasia. Con unas piernas normales, pero con unos ojos excepcionales, grandes como los ojos del Guadiana y como su madre, con uno azul y el otro verde...
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Pasados los años y ya núbil doncella, tuvo que soportar la repetida cantinela de: “¡Anastasia, vos tenés un ojo verde!” ¡Bueno... dejalo... ya va a madurar!” era su contestación a tan original requisitoria.
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Como a todos los bebés, había que ponerle un nombre.
El padre con tono de “ya está todo el pescado vendido”, dijo solemnemente.
¡Se llamara Anastasia!
Ninette, miró acongojada al marido y musitó:
¡Yo quería que se llamara Dulcinea!
¡Y se armó la gran zarabanda de nombres...! - ¨¡Mejor, Aldonza, dijo la suegra del mujick... - ¡ No...! Lupercia, dijo el suegro...
Yo le pondríaVillarrubia de los Ojos - se atrevió a terciar, la cuñada del mujick - porque es rubia de ojos muy grandes y es el pueblo donde nací yo...
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Y así de serena estaba la mar, cuando con su profunda voz de sótano, el padre de la criatura , sentenció:
¡Se llamará Anastasia o Anestesia! porque si es por el puebo donde uno ha nacido, le debería poner el del mío: Nizhni Novgorod.
Así que... cuestión zanjada: Anastasia.
Y se fue a preparar el samovar.
(Continuará...)
(En la segunda parte de esta historia, hablaremos de la trágica existencia de Anastasia, a la que ya en el Instituto de las Bárcenas Reales, empezaban a llamarla “ la Princesa rusa”...)
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Xandaponte
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