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Parece ser que en Redota se ha puesto en boga, la palabra “putativo/a/os/as..
Es el vocablo utilizado, consuetudinariamente, por la Tía de la Ría, para referirse a su sobrino Zebollas, el traumático y traumado Pollo del Mor Azo, para dejar bien claro quien es quien y juntos sí, pero no revueltos.
La Tía de la Ría, más inquisitiva que disquisitiva, ve con agrado, lo mismo que yo, como los redoteros viven en el perpetuo estado de superación intelectual, ávidos de extender su vocabulario y poder así, expresar sus deslumbrantes ideas e ideologías, con más éxito y relumbrón.
Se los nota, a los redoteros, ansiosos por desembarazarse de las secuelas de una deficiente educación escolar de los tiempos milicales, que secundaba la utilización de una terminología grosera y grotesca, con expresiones más propias de cuarteles, lupanares, mancebías, lenocinios, burdeles, quilombos... en una palabra casas de putas, que de un Foro que propende a la exaltación de la Cultura Uruguaya, que tantas muestras de buen decir, nos ha legado en el transcurso de nuestra corta Historia.
No puedo dejar de señalar – y este comentario apunta a las Antípodas, que no todas las palabras que figuran en los Diccionarios de la Lengua castellana, son apropiadas en todos los casos y que su presencia en el Diccionario, no las autoriza
a emerger de la boca de ninguna persona medianamente sofisticada, sin que ella, esta persona, sufra el desmedro de ser un extravagante caradura. Me refiero a expresiones tales, como “mierda”, “choto”, “traumado” etc., cuando pueden ser sustituidas por otras de más encumbrado linaje, como “zascandil” “ pasmarote” o el tan manido “gilipollas”.
Es tan munificente este idioma nuestro, que nos proporciona una abundante sinonimia, con la que poder llamar “jumento” al Pollo, sin caer en la bajeza de tratarlo de “burro”. O de llamarle “pasmarote” al Valentín, el andaluz, sin caer en la bajeza de llamarlo “imbécil”
Si adoptamos estos viejos cánones de la relación entre humanos, veremos como el debate se dulcifica y como incluso algún “burro”, se siente reconfortado, cuando su interlocutor, lo trata con la majestuosidad del vocablo “jumento”.
O no.
Hay excepciones.
Y tengo experiencia propia en el caso que nos atañe.
Una vez le dije al Cele:
¡ Jumento ¡
y él... raudo como el viento,
me dijo:
¡Un momento!
Y me acollaró un ronzal
tiró de mí... hasta el corral
y musitó:
¡Animal!
¡Qué ío sono de Capurro
y pa a mi llamarme burro
habrías de ser bagual!
Buenos dias/tardes/ noches y amanecidas.
El Anfibión.
Es el vocablo utilizado, consuetudinariamente, por la Tía de la Ría, para referirse a su sobrino Zebollas, el traumático y traumado Pollo del Mor Azo, para dejar bien claro quien es quien y juntos sí, pero no revueltos.
La Tía de la Ría, más inquisitiva que disquisitiva, ve con agrado, lo mismo que yo, como los redoteros viven en el perpetuo estado de superación intelectual, ávidos de extender su vocabulario y poder así, expresar sus deslumbrantes ideas e ideologías, con más éxito y relumbrón.
Se los nota, a los redoteros, ansiosos por desembarazarse de las secuelas de una deficiente educación escolar de los tiempos milicales, que secundaba la utilización de una terminología grosera y grotesca, con expresiones más propias de cuarteles, lupanares, mancebías, lenocinios, burdeles, quilombos... en una palabra casas de putas, que de un Foro que propende a la exaltación de la Cultura Uruguaya, que tantas muestras de buen decir, nos ha legado en el transcurso de nuestra corta Historia.
No puedo dejar de señalar – y este comentario apunta a las Antípodas, que no todas las palabras que figuran en los Diccionarios de la Lengua castellana, son apropiadas en todos los casos y que su presencia en el Diccionario, no las autoriza
a emerger de la boca de ninguna persona medianamente sofisticada, sin que ella, esta persona, sufra el desmedro de ser un extravagante caradura. Me refiero a expresiones tales, como “mierda”, “choto”, “traumado” etc., cuando pueden ser sustituidas por otras de más encumbrado linaje, como “zascandil” “ pasmarote” o el tan manido “gilipollas”.
Es tan munificente este idioma nuestro, que nos proporciona una abundante sinonimia, con la que poder llamar “jumento” al Pollo, sin caer en la bajeza de tratarlo de “burro”. O de llamarle “pasmarote” al Valentín, el andaluz, sin caer en la bajeza de llamarlo “imbécil”
Si adoptamos estos viejos cánones de la relación entre humanos, veremos como el debate se dulcifica y como incluso algún “burro”, se siente reconfortado, cuando su interlocutor, lo trata con la majestuosidad del vocablo “jumento”.
O no.
Hay excepciones.
Y tengo experiencia propia en el caso que nos atañe.
Una vez le dije al Cele:
¡ Jumento ¡
y él... raudo como el viento,
me dijo:
¡Un momento!
Y me acollaró un ronzal
tiró de mí... hasta el corral
y musitó:
¡Animal!
¡Qué ío sono de Capurro
y pa a mi llamarme burro
habrías de ser bagual!
Buenos dias/tardes/ noches y amanecidas.
El Anfibión.
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