domingo, 9 de diciembre de 2007

Epifanía


Y si somos coherentes con las fechas que estamos viviendo, bueno sería, rememorar aquellos días. A estas horas estaba José, el carpintero de Nazaret, buscando albergue, para no pasar la noche al raso con su mujer a punto de alumbrar. El Holliday Inn y el Meliá estaban a tope, debido a la afluencia de personas que como Maria y José, venían a censarse a Belén, por orden de los “ocupantes” romanos, que querían saber quien era quien en Judea.

Aquello era un verdadero belén. Burritos con filisteos a bordo, gentiles con mulas coceadoras , romanos con caballos y polleritas, galileos sin caballos ni polleritas, samaritanas sin cántaros y judíos que renegaban, porque les arruinaban las siestas y tanto jolgorio sobresaltaba a sus gallinas ponedoras, además de distraerlos en sus profundas meditaciones sobre la Vida de los Profetas y los misterios cabalísticos de sus Libros sagrados.

La ciudad de Belén estaba totalmente colapsada. Había “overbooking” general: Hoteles, pensiones, moteles de carretera, aposentos de alta rotatividad, lo mismo que mancebías y lupanares… todo copado por las riadas de censadores, censados y censandos.

José el "tekton", Carpintero, varón probo y justo, judío ande los haya, nada menos que descendiente del Rey David, el de la honda - el mismo que está a la intemperie, mostrando todo su valor, en la Explanada del Municipio de San Felipe y Santiago - también colapsado, con la frente sudada y una gran inquietud, se dirigió a las zonas adyacentes del pueblo, que conocía bien, por ser él mismo betlamita, para hablar con sus colegas artesanos, del problema que lo aquejaba, hasta que tras mucho andar, se topó al fin, con un buen samaritano con papeles, allí radicado, que le ofreció por pocos denarios, la cuadra donde pernoctaba su buey que no mugía muy fuerte.

Con reticencias, aceptó María el lugar donde iba a dar a luz, nada menos que al Redentor de la Humanidad. No le parecía a la Virgen, el lugar, muy adecuado, para tan magno acontecimiento, aceptándolo al final, con santa resignación y como un acto de humildad y aceptación del destino que el Señor había dispuesto. No era el Ritz, pero ya en aquellos tiempos corría el refrán de que: " A falta de pan… peor sin tortas".

Llegaron a la Cueva y en el mismo instante de su ingreso, una clarísima luz, inundó el recinto. Endesa se comportó esa noche generosamente con la Sagrada Familia. Entró José a Platero, su burro importado de Moguer - que como es sabido - se alimentaba de cubos llenos de estrellas, y lo mismo hizo con todo el equipaje de las alforjas alpujarreñas, mientras María se acomodaba, sintiendo ya las primeras contracciones del parto.

Otra vez, como alma en pena, salió el Santo en busca de una matrona, para que ayudara a María en tan difícil coyuntura. Al tiempo que el interior permanecía en un mágico resplandor, en el exterior, una estrella, se instaló encima de la boca de la Cueva, iluminando todos los caminos de Judea que conducían a Belén. Los pastores fueron avisados por legiones de ángeles revoloteadores, que debían acudir al Nacimiento del Mesías y de que debían poner señales de tráfico en los cruces de caminos, indicando en letras grandes y fosforescentes:  "AL NACIMIENTO DEL MESÍAS"

Los alrededores del lugar se convirtieron en una Romería. Flautas, dulzainas, panderos, cañitas voladoras, ciegos con zamfonas, troveros con laúdes, caganers venidos de San Cugat del Vallés, zagales con matracas y mozas con cascabeles y panderetas, cantando villancicos y aleluias, nadalas y panxoliñas:

En el Portal de Belén
no hay ventanas ni balcones
y por eso, San José
no paga contribuciones…

Un coro de hinchas, llegado como la Sagrada Familia desde Galilea, entonaba con frenesí, a imagen y semejanza del Boijos nois:

!Que nazca, qué nazca…!
!Qué nazca el Emmanuel
pa que libere al Mundo
y libere a Israel.

En aquellos tiempos Judea, estaba habitada por judíos, no por argentinos como hoy, por lo que los puentes estaban todos expeditos y el tránsito era libre y fluido.

Los romanos, centuriones, decuriones y legionarios rasos, contemplaban absortos y escandalizados semejante desmadre, por una madre en trance de parto y trataban de poner orden en medio de tal desbarajuste.

Nació el Niño con un peso relativo de cuatro kilos, cien gramos y veintiséis centigramos. Pero todos, todos sabían que el peso específico de la criatura era sensiblemente superior.

Al poco rato, se oyeron clarines, anunciando la llegada de SS.MM.
los Reyes Magos de Oriente Medio lejano., cuasi extremo.

Toda la parroquia estalló en aplausos y la clamorosa ovación de los pastores de cabras, asustó a los murciélagos que dormitaban en las profundidades de la cueva.

Los Reyes Magos adoraron a Manuel y le ofrecieron sus regalos, ante los dulces ojos de María, que salida del estado de gracia en que se encontraba antes de parir, se sentía en esos momentos más agraciada y agradecida que nunca.

Oro de Melchor. Incienso de Gaspar y birra de Baltasar. Baltasar, siempre fue un Rey muy jocoso y muy jocundo.

La birra, la consumió en el acto José, antes de que se calentara… la birra. El oro, lo guardo María para comprarle pañales y calzones al Niño y el incienso, los hizo olvidar a todos, por un buen rato, el perfume de las boñigas del buey, que jedían más que Gedeón. y todos los medianitas que le querían afanar el trigo.


Los Reyes, repartieron con munificencia entre pastores, pastorcillas, lavanderas y mozas de figón, todos los regalos que traían, además de cantidad de rollos de papel higiénico para los caganer del Vallés Oriental y del Occidental, que también había… Abalorios, pendientes o arracadas, autitos de colección… el Bazar Dos Mundos, respartieron a trozos, Sus Majestades los Reyes Magos.

Esta gran Fiesta, con el correr de los años
se celebró en todos los paises fedatarios, con el nombre de Epifanía, nombre que sin acento, bautizaron también a mi tía Epifania.

Y ya está...

……………..

Sonetín.

Por hoy… Ya está bien. Más, es abuso.
Los dejo que puteen a destajo
a un pueta mísero y marrajo
que hace de las letras… tan mal uso.

Con total franqueza, yo me acuso
de preferir rodar por cuesta abajo
que subir las cuestas… es trabajo
y el trabajo y los lloros… yo recuso.

Si hay que pedir perdones, no los pido,
mi intención no ha sido la ofensa,
sino hacer un poco de ruido.

Si mi escritura le resulta densa
y mi estilo desdeñable y aburrido…
¿No será que no es tan listo, como piensa?.


Xan.
Epifanía 2007

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